En medio del escándalo mediático en torno al ex presidente Alberto Fernández, las denuncias de violencia por parte de Fabiola Yáñez y las visitas de mujeres a Casa Rosada y Quinta de Olivos, el actual gobierno, en complicidad con los medios masivos de comunicación y la inexistente oposición, se muestra particularmente hábil en desviar la atención pública de problemas estructurales y urgentes. Mientras el foco se concentra en estos detalles menores, se ocultan realidades económicas y sociales que deberían ser el verdadero centro de debate. Esta estrategia de distracción permite que cuestiones cruciales como la continua fuga de reservas en oro, la manipulación de índices inflacionarios, y el aumento imparable de la pobreza y la indigencia pasen a un segundo plano para la mayoría de la opinión pública.
La fuga de reservas en oro sigue siendo uno de los graves hechos silenciados por el gobierno y la mayoría de los medios de prensa. A lo largo de los últimos meses, el gobierno ha transferido millones de reservas al exterior, una práctica oscura, ocultada, que coloca en Londres reservas en oro del Banco Central, sin dar mayores explicaciones. Este fenómeno no solo pone en riesgo la capacidad del Estado para manejar futuras crisis económicas, sino que también refleja una falta de transparencia y responsabilidad en la gestión de los recursos nacionales.
Por otro lado, los índices de inflación que el gobierno publica parecen estar desconectados de la realidad vivida por la ciudadanía. Mientras los datos oficiales sugieren un control de la inflación, los precios de los bienes y servicios siguen aumentando descontroladamente, deteriorando el poder adquisitivo de la población y exacerbando las dificultades económicas de las familias argentinas. Esta discrepancia entre la realidad económica y los datos oficiales es un reflejo de una política económica que prioriza la apariencia sobre la sustancia, dejando a los ciudadanos en la incertidumbre. Como lo venimos sosteniendo desde un principio, no es de extrañar que quien continúa al frente del manejo de los números del INDEC sea Marco Lavagna, quien tan útil le resultó al gobierno de Alberto y su superministro Massa.
Sumado a lo arriba mencionado, la situación social del país es alarmante, con más de la mitad de la población viviendo en condiciones de pobreza y un 20% en situación de indigencia. Estos índices no solo evidencian la crisis económica que atraviesa Argentina, sino también la falta de políticas efectivas para enfrentarla, no sólo actualmente, sino durante décadas de ineptitud, corrupción y clientelismo. El presidente, en lugar de abordar estas cuestiones fundamentales, parece estar guiado por una agenda personal y mesiánica que ignora las necesidades reales de la nación. Mientras tanto, los servicios e impuestos continúan en aumento, y los medios masivos, junto con una oposición inexistente, parecen más preocupados en proteger al gobierno, a sus propios intereses y negociados, que en cuestionar, proponer y exigir soluciones. Este panorama de complicidad y desinterés generalizado contribuye a una situación en la que la verdadera crisis queda relegada a un segundo plano, opacada por un circo mediático que poco aporta a la resolución de los problemas más graves del país.
Nos siguen tomando por imbéciles. Nos quieren dóciles, pasivos y silenciosos. Nos dan ruido en lugar de soluciones, mentiras en lugar de mejoras, y cercenan los horizontes del pueblo, dándole no sólo un presente indigno, sino también una posibilidad de crecimiento inexistente. Y todos, absolutamente todos, son cómplices.