Hoy, luego de entrenar, en el camino de vuelta a casa, escuchaba un podcast de un comediante chileno, en el que, junto a su invitado, hablaban de un tema que denominaron “el infierno de la igualdad”, haciendo referencia al libro del mismo nombre del escritor coreano Byung Chul Han.
Personalmente, no he leído dicho texto y poco y nada conozco del escritor, más allá de que es filósofo y contrario al neoliberalismo, por lo que, para ser justos, las palabras que siguen serán en base a lo que los participantes de dicho podcast desprenden tras su lectura y no referente a lo que el autor haya querido expresar.
Haciendo esta justa aclaración, ya podemos proseguir con lo que me causó curiosidad de su análisis.
El invitado centra su visión en que, a su entender, el autor manifiesta que vivimos en sociedades monolíticas, carentes de dinamismo y en donde todo lo diferente termina siendo visto como enemigo y completamente apartado y rechazado, como elemento disruptivo, toda vez que, por el mero hecho de ser diferente, el invitado le asigna inmediatamente un plus positivo y benévolo.
Para el invitado, este infierno era fruto de la homogeneidad en que se funde el país (Chile, en este caso- “igualdad”, al menos a nivel cultural) y Occidente en general (como sinónimo de neoliberalismo), y que el fin de esta problemática (porque él ve lo homogéneo como problema) se estaba gestando gracias a la masiva llegada de inmigrantes sudamericanos, especialmente de aquellos con un origen afro, cuando su presencia desde tiempos coloniales siempre fue ínfima – por no decir casi nula. Sumaba a lo anterior, un elemento importantísimo para el fin de este infierno, que sería el cambio de paradigma cultural que han asumido las nuevas generaciones (los llamados millennials y centennials) y que, de coletazo, han debido adoptar (o al menos simular hacerlo) los más alejados a estas generaciones, que sería la “cultura europea/ occidental, caucásica y patriarcal”
Pero no puedo estar más en desacuerdo con esta afirmación, ya que, en dónde él ve el fin de la igualdad y el comienzo de la diferenciación, yo percibo la culminación de una suerte de igualdad más orgánica y el comienzo de la dictadura de una igualdad forzada y artificial.
Todos nosotros conocemos la realidad de nuestras patrias y sabemos que nuestro continente no se caracteriza por una homogeneidad -en cuanto a cuestiones étnicas se refiere- pareja de norte a sur y de este a oeste, y que el Cono Sur (especialmente algunas zonas de Brasil junto con Argentina, Uruguay y Chile) funcionan bastante diferente, al menos a nivel cultural, que otras latitudes del mismo, por más que nos una al resto una conquista común y varios elementos legados de los españoles, como son una lengua semejante y un sustrato espiritual, ético y moral similar, y eso se debe en gran medida al vínculo étnico/racial de sus clases altas y medias (en menos medida) y, con ello, el predominio cultural y civilizatorio caucásico en estos sectores.
Pero, más allá de lo anterior, más allá de reconocer y saber que en nuestros países no somos totalmente iguales y que hay bastantes diferencias entre todos, no se puede desconocer que los siglos que llevamos de convivencia común y el engranaje cultural que nos envuelve, y al que hemos ido dándole forma gracias al devenir de nuestras particulares historias, nos ha permitido un desarrollo en relativa calma y paz (siendo siempre consciente de que la paz es un pequeño suspiro en la historia del hombre y que la guerra y violencia es lo habitual). El poder vernos reflejado en el otro, el verlo como un par o similar, más allá de las obvias diferencias intrínsecas a todos los humanos, es lo que permite que las comunidades o colectividades puedan subsistir, prosperar y avanzar mientras otras quedan en el olvido. Su capacidad de visualizar un destino común es aquello que los insta a navegar en busca de un determinado puerto.
Como ya he hecho mención con antelación, estas similitudes no se logran de un momento a otro. Todo lo contrario. Se consiguen tras largas convivencias y vicisitudes comunes que las poblaciones han debido enfrentar a lo largo de su periplo. Sin olvidar, por supuesto, la importancia de que entre los distintos pueblos que conviven en un lugar, exista un origen étnico común, que sea así en el gran grueso de la población o que, al menos, no aglutine a pueblos con deseos y maneras de ver el mundo totalmente distintas, lo que terminaría, por regla general (le guste o no a progres) derivando en la formación de ghettos que poco a poco van minando la unidad necesaria para seguir el camino del sacrificio por el que está a nuestro lado.
Pero hoy, ese desarrollo orgánico que las comunidades y colectividades han logrado concretar tras siglos de esfuerzos, está siendo pisoteado por aquellos burócratas, apátridas, progresistas y desnaturalizados sujetos que se sienten tan por sobre las normas que rigen la naturaleza, que solo piensan en hacer plausibles sus caprichos de niño malcriado, y que juran ser los portadores de la verdad y por ello la deben imponer, y aquellos que han logrado romper con los moldes; siendo que se han transformado en una tribu urbana más (al menos su infantería callejera) al servicio de las élites que, supuestamente, combaten. Eso es lo que pasa por la cabeza de este panelista y su visión terrorífica de lo que implica la homogeneidad orgánica en las que puedo reconocer al otro como parte de este Yo mayor al personal en el que se anclan los vaivenes de los Pueblos.
Bajo su deseo por romper con el infierno de la igualdad, ese orgánico “infierno” fruto de la convivencia, en su deseo por acabar con los paradigmas, buscan, a fuerza de leyes que los terminan afectando a ellos mismos y a quienes dicen proteger, y de una cultura basura, nacida de mentes alienadas, que infecta el Ser de los jóvenes y de la sociedad, imponer su idea de diversidad, que no termina siendo más que la dictadura de sus credos, donde a punta de “funas” (denuncias generalmente por redes sociales), destrucción y caos sinsentido, tuercen las bases mismas que han sostenido a cualquier grupo que ha podido prosperar.
Esta juventud encolerizada y ultrasensibilizada, en su deseo por ser únicos y diferentes, pisotean las diferencias en la igualdad que nos han permitido convivir y proliferar, sin darse cuenta que su postura no hace más que imponer una dictadura de lo supuestamente correcto y de su verdad que aplasta las particularidades. Estos jóvenes, no logran ver que en una comunidad, por más homogénea que sea (que no suelen ser nuestros casos a nivel étnico) existen tantas particularidades como humanos en ellas, pero que hay elementos comunes que les permiten marchar juntos hacia un mismo fin.
Estos jóvenes, en su búsqueda del fin de la igualdad y de ir contra el sistema opresor, terminan siendo el sistema. Porque sus planteamientos son precisamente aquellos que a los grupos de poder les conviene impulsar ya que, en su base más fundamental, se encuentra el deseo de que todo elemento aglutinante sea eliminado, para poder tener nada más que individuos, sin raíces y sin arraigo, a los cuales sea más fácil subyugar. Estos sujetos en el poder, aquellos que tienen la fuerza para detener todas las bestialidades que hoy se ven y que no lo hacen justamente porque han encontrado en estos pseudo revolucionarios a los mejores soldados en su batalla por transformar a todo sujeto, que hoy es parte y se siente parte de una comunidad, en nada más que un individualista consumidor, que posiciona sus particularidades y egoísmo antes que el bien común y superior del grupo.
A fin de cuentas, un mundo donde no existen las razas, donde no existen las naciones ni las patrias, donde la familia ha perdido su valor, donde la naturaleza no es querida salvo si se ve como ellos desean, donde la fe no tiene espacio, donde la ciencia pierde cada día más poder y donde lo más relevante es medir todo en base al dinero y al acceso económico, junto con posicionar su verdad, esa que se sostiene en nada más que en sus deseos y emociones, es un mundo que le arrebata el pasado al individuo, trunca su presente y pone en jaque su futuro; porque le quita las raíces que durante millares le han permitido avanzar y levantarse cada día pensando en el mañana que podrá heredar a aquellos que vendrán.
Es por lo anterior que todos nosotros, aquellos que, más allá de banderas particulares, siguen comprendiendo que la sangre pesa más que la tinta, que nadie de valor puede desconocer a sus ancestros ni despreciar el suelo que le da de comer, que el triunfo del hombre es ver inmortalizado su linaje, que no hay ley mayor a aquella que la naturaleza nos entrega y que desconocerla es nuestra ruina, que hay fuerzas superiores a nosotros y que el cuerpo y la mente son solo dos partes del Ser, que hay verdades empíricas y teóricas bases en el cosmos y que el fin último del hombre no puede ser el de medir todo a punta de billetes, terminamos siendo los verdaderos antisistema. Terminados siendo, hoy por hoy, el nuevo punk.
Ante una plutocracia que desea un mercado global sin mayor aglutinante que el dinero y ante una coprocracia social y cultural como punta de lanza contra toda estructura que ellos consideran arcaica, debemos ser los bárbaros que mantienen vivo el fuego de la Tradición y lo transportan hacia un mañana en el que el recuerdo de las hazañas de nuestros antepasados será un recuerdo mediocre ante la lucha que estamos destinados a vivir.
Debemos ser los almogávares de quinta generación que nuestro pueblo necesita y merece, porque es digno de ello y mucho más.
Patricio Villenas